
Cada año, cientos de miles de viejas computadoras y teléfonos móviles son arrojados a basurales, rellenos sanitarios, o son incinerados. Miles de estos aparatos son exportados, muchas veces de manera ilegal, desde países industrializados, como la Unión Europea, Estados Unidos y Japón hacia países en desarrollo, especialmente Asia. En estos países, los trabajadores, (muchas veces niños), realizan el desmantelamiento y fundido de las partes de estos aparatos en condiciones precarias, y quedan expuestos a un “cocktail” de venenos y químicos tóxicos.
La velocidad a la cual esta montaña de productos electrónicos obsoletos está creciendo generará una crisis de enormes proporciones al menos que las corporaciones de la industria electrónica, que obtienen ganancias por fabricar y vender estos aparatos, asuman su responsabilidad. Es posible hacer productos limpios, durables, que sean actualizables, reciclables y fáciles de manejar al final de su vida útil y que no terminen como residuos peligrosos en basurales y rellenos contaminando el ambiente.
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